En esta época del año, cuando el calor comienza a apretar en la llanura cerealista castellana, el agua se convierte en un bien escaso en la naturaleza. En este contexto, el río Adaja se constituye como una especie de oasis para muchas especies animales y vegetales. Su caudal permanente, mantenido en época estival de modo artificial gracias al aporte que se realiza desde el embalse de Las Cogotas, es una fuente de riqueza natural que propicia la vida en torno a su cauce. A su paso por Arévalo, el Adaja crea un interesantísimo ecosistema, formado por densos bosques de ribera y cortados labrados por el río a lo largo de los siglos. El sábado estuve dando un pequeño paseo por las afueras de Arévalo, para disfrutar de este precioso enclave.
En esta zona, al norte del pueblo, y tras pasar por debajo de la línea del ferrocarril y de la autovía A-6, el río se encajona en un hermoso cañón repleto de vegetación de ribera, y con algunos cortados a los lados. No es un cañón muy profundo ni escarpado, pero sí de una belleza peculiar. Además el enclave se enriquece con la presencia de un denso pinar al oeste, y cultivos de secano al este. Y también en este punto se une otro pequeño cañón formado por el cauce de un arroyo, casi siempre seco, el arroyo de La Mora. En esta foto se puede apreciar lo que comento. A la izquierda el pinar, a continuación el río Adaja con su bosque de ribera, un poco más al fondo y a la derecha el arroyo de La Mora, y a continuación los cultivos de cereal.
Río Adaja |
Arroyo de la Mora |
Por si fuese poco, a continuación está el lugar de Cantazorras, muy interesante desde el punto de vista botánico por la peculiaridad de su suelo, como bien sabe mi amigo Víctor Coello, que muy a menudo cuelga fotos e informaciones sobre este paraje en su blog Territorio Natural.
Pero yo no llegué hasta allí, sino que me quedé en esta zona del río. Desde el inicio del paseo pronto comencé a observar y escuchar especies típicas de este enclave y de esta época: vencejos (Apus apus), golondrinas (Hirundo rustica), aviones (Delichon urbicon), abejarucos (Merops apiaster), abubillas (Upupa epops)… Pero entre tanto mirar al cielo, algo llamó mi atención en un claro del bosque.
Efectivamente, se trataba de un corzo, que tranquilamente, y a plena luz del día, se entretenía comiendo entre la vegetación. Aquí os dejo un pequeño vídeo.
Tras observarlo durante un rato, se escondió entre la arboleda, así que seguí mi camino. En los chopos del río abunda el pito real (Picus viridis) que delataba su presencia con su particular “relincho”. Y otro que delató su presencia con el canto fue el cuco (Cuculus canorus). Es un ave que normalmente es más sencillo escuchar que ver, y este fue el caso también en esta ocasión. Lo estuve escuchando durante prácticamente todo el paseo, pero no conseguí verlo.
Durante el camino me acompañaron igualmente los cantos de otras aves propias de las riberas, como el ruiseñor común (Luscinia megarhynchos) o el ruiseñor bastardo (Cettia cetti), verdecillos (Serinus Serenus), mosquiteros (Phylloscopus spp.), mirlos (Turdus merula) o herrerillos (Cyanistes caeruleus). Una pareja de estos últimos tenía su nido en un hueco en el cortado del río, y no dejaban de venir con pequeños insectos en el pico para alimentar a sus pollos.
De vuelta a Arévalo, y ya en la zona alta entre cultivos fueron apareciendo otras especies: cigüeña (Ciconia ciconia), milano negro (Milvus milvus), ratonero (Buteo buteo), paloma torcaz (Columba palumbus), estornino negro (Sturnus unicolor), cogujada (Galerida cristata), jilguero (Carduelis carduelis) y triguero (Emberiza calandra).
Castillo y torres de Arévalo |
Para despedir esta entrada, lo hago con las fotos de estos vencejos sobrevolando la iglesia de San Miguel, ya en el centro de Arévalo.
Imágenes y texto bajo licencia Creative Commons
Enrique Sampedro MirandaBlog Ría de Ribadeo: www.riaderibadeo.com
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