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lunes, 24 de junio de 2013

Tablas de Daimiel (II). Y donde hay agua, hay vida.

Tal y como contaba en la anterior entrada (ver), las Tablas de Daimiel muestran actualmente su mejor cara de las últimas décadas. Debido a esta gran abundancia de agua, las aves disponen de muchos más recursos alimenticios y de más espacios para criar, por lo que es un año muy bueno para ver muchas y muy variadas especies criando en el humedal manchego.

Entre las especies más fáciles de observar estos días, paseando con su prole por las aguas de las Tablas, están los ánsares comunes (Anser anser), como esta pareja, cuyos pollos no dejaban de seguirlos nin un sólo instante.





También es muy sencillo ver a las fochas (Fulica atra) con sus crías, tanto en los nidos, como nadando con ellas, o por separado.





Las cigüeñuelas (Himantopus himantopus) andan en los mismos quehaceres, y aunque no logré ver a ninguna cría, era evidente que andaba cerca de ellas, porque los padres no dejaban de volar a mi alrededor con escandalosos gritos para echarme de allí.



Hablando de crías, el año pasado fue noticia la confirmación de cría por primera vez en las Tablas de Daimiel de dos especies de aves muy peculiares, la espátula (Platalea leucorodia) y el morito (Plegadis falcinellus). A la primera de ellas pude verla en su nido, por lo que, de no fallar, la cría vuelve a estar confirmada este año.

En una de las islas, entre garcillas bueyeras, martinetes, cormoranes, etc., cría la espátula común


Al segundo no fui capaz de encontrarlo en el nido, pero sí que observé su presencia en el humedal, por lo que es de suponer que volverá también a criar.

Morito


Dejando a un lado las crías, al haber más agua, lógicamente las aves acuáticas disponen de mucha más superficie para campar, o mejor dicho, nadar a sus anchas. De las que más se dejaban ver eran los somormujos lavancos (Podiceps cristatus), así como los zampullines chicos (Tachybaptus ruficollis).

Somormujo lavanco

Zampullín chico


Entre las anátidas, la escasa cerceta pardilla (Marmaronetta angustirostris) y las hembras de pato colorado (Netta rufina), aunque con plumajes poco vistosos, siempre es un placer observarlas.

Cerceta pardilla

Hembra de pato colorado


Entre la laguna de aclimatación y el resto del humedal es muy fácil llevarse una vuela colección de fotos de muchas otras especies de anátidas, como la malvasía cabeciblanca (Oxyura leucocephala), tarro blanco (Tadorna tadorna), cerceta común (Anas crecca), cerceta carretona (Anas querquedula), porrón pardo (Aythya nyroca), ánade silbón (Anas penelope) o pato colorado (Netta rufina).

Malvasía cabeciblanca

Tarro blanco

Cerceta carretona

Cerceta común junto a cercetas carretonas

Pareja de porrón pardo

Ánade silbón

Pato colorado (macho)

De otras más habituales en este blog como el azulón (Anas platyrynchos), pato cuchara (Anas clypeata), ánade rabudo (Anas acuta) o porrón moñudo (Aythya fuligula), no pogo fotos por no ser repetitivo.

En cuanto a las garzas, había mucha variedad, destacando en gran número las garcillas bueyeras (Bubulcus ibis), pero también garcetas (Egretta garzetta), martinetes (Nycticorax nycticorax) y alguna garceta grande (Egretta alba).

Garceta grande


Por último, y ya sin fotos, hacer constar la presencia de gaviota reidora (Chroicocephalus ridibundus) y pagaza piconegra (Sterna nilotica).

Trigueros






Imágenes y texto bajo licencia Creative Commons
Enrique Sampedro Miranda
Ría de Ribadeo: www.riaderibadeo.com

martes, 18 de junio de 2013

Tablas de Daimiel (I). La milagrosa recuperación del humedal y del Acuífero 23.

A finales de octubre del año pasado visité por última vez las Tablas de Daimiel, llevándome una grata impresión del estado general del humedal. A pesar de que veníamos de atravesar un período seco de varios meses de duración durante 2012, que afectó al estado del Parque Nacional, mis sensaciones fueron bastante positivas, como expresé en este mismo blog (ver entrada).

Pero desde esa visita hasta ahora, las cosas han vuelto a dar un giro de 180 grados en cuanto al estado hídrico del parque. Como es sabido, esta ha sido una de las primaveras más lluviosas de los últimos años en muchas zonas de la península, y las Tablas no han sido la excepción. Por este motivo, he ido siguiendo muy atentamente las noticias que hablaban de cómo poco a poco el humedal manchego volvía a llenarse, a la vez que aumentaba notablemente el nivel del acuífero que lo sustenta, el famoso Acuífero 23. Y llegado este punto, no he podido resistirme y he vuelto a visitar la zona para comprobar con mis propios ojos cómo el emblemático parque nacional luce en todo su esplendor.






Pero vayamos por partes. La mejora de la situación del humedal, a pesar de ser más visible y espectacular en su superficie, es en su subsuelo donde ha mejorado radicalmente. Según datos del IGME, para encontrar una situación como la actual en el nivel de agua del Acuífero 23, tenemos que remontarnos hasta 1982 (¡más de 30 años!). Y actualmente está ya muy cerca del nivel que se registró en 1980, el mejor desde el que se tienen registros. Tras décadas progresiva y alarmante pérdida de agua (sequías, sobreexplotación para regadíos, mala gestión...), los niveles freáticos fueron disminuyendo sin cesar. Probablemente la peor situación se alcanzó en 2009, cuando el agua que antiguamente rebosaba a la superficie en algunos puntos, como los míticos Ojos del Guadiana, había descendido de media a unos 25 m. en el subsuelo. Este estrés hídrico provocó que la turba acumulada bajo tierra entrase en combustión, provocando aquellos alarmantes incendios subterráneos que llenaron las primeras planas de periódicos y televisiones: "El Parque Nacional de las Tablas de Daimiel en estado crítico", "Arde el corazón de las Tablas de Daimiel", "Las Tablas de Daimiel agonizan"... Para quien tenga tiempo, recomiendo que antes de seguir leyendo este artículo, lea lo que El País publicaba en octubre de 2009: "Un insólito incendio subterráneo azota las Tablas de Daimiel".

Subsuelo ardiendo. Fuente: Wikipedia.


La tierra daba la voz de alarma, y comenzaron a escucharse los primeros rumores que hablaban de una más que posible retirada de las figuras de Parque Nacional o de Reserva de la Biosfera. Todo el mundo comenzó a tomarse muy en serio la necesidad de cambiar los modelos de uso del agua, y se emprendieron medidas urgentes para corregir errores del pasado. Pero desgraciadamente, todo esto llegaba ya muy tarde, puesto que la situación parecía irreversible. Sin embargo, la naturaleza quiso demostrar su poder, y milagrosamente, decidió darnos otra oportunidad. Las lluvias llegaron para apagar los incendios subterráneos, y desde finales de 2009 hasta 2011 fueron extremadamente abundantes.  Este período húmedo sirvió para rellenar el acuífero a niveles que ni los más optimistas podrían haberse imaginado. Con un parón de varios meses en 2012, desde finales de año y durante la primera mitad del 2013, las lluvias han continuado cayendo de forma muy notable. Esto llegó a provocar inundaciones y grandes desbordamientos en los ríos que riegan La Mancha, pero a su vez, el acuífero seguía reponiéndose. El resultado de este largo período húmedo de 4 años de duración es que el Acuífero 23 haya recuperado unos 2.250 hectómetros de agua. El nivel freático ha subido espectacularmente, desde los 25 m. de profundidad, hasta llegar en algunos puntos a estar a 2 m. de la superficie, una situación totalmente antagónica y prácticamente inimaginable hace pocos años.

Estado actual de las Tablas de Daimiel






Hasta la cabecera de las Tablas, seca durante años, se encuentra completamente anegada.

El nivel del agua ha subido tanto, que en muchos puntos completamente secos desde hacía décadas, ha vuelto a aflorar a la superficie. Así, antiguas zonas del Guadiana muy próximas a los clásicos Ojos, han visto este año cómo el agua se adueñaba de ellas. Una de las zonas en las que se aprecia este fenómeno es en el Molino de Zuacorta, por donde corría el Guadiana en sus buenos tiempos, y que se había secado por completo hasta que a principios de 2012 brotó el agua, lo que dió lugar a que se conociese como los "nuevos Ojos del Guadiana", dada su proximidad con los tradicionales Ojos. En mi visita del año pasado, y debido a ese intervalo de varios meses sin lluvias que comentaba anteriormente, el agua había desaparecido de nuevo. Pero esta vez, sí que pude comprobar con gran satisfacción cómo el agua ha creado una gran laguna, en la que además he comprobado que está siendo utilizada ya por varias especies de aves para criar en sus inmediaciones. En estas fotos se puede comparar la abismal diferencia entre octubre de 2012 y junio de 2013, y que como digo, se debe al rebrote del agua subterránea, no a acumulación de aguas pluviales.

Zona del Molino de Zuacorta, octubre 2012

Zona del Molino de Zuacorta, junio 2013


También en el propio río Guadiana, ya casi en su desagüe en las Tablas de Daimiel, se aprecian las evidencias del mayor nivel de agua. Estas fotografías están tomadas en el entorno del Molino de Molemocho, en el puente que cruza el río.

Octubre 2012

Junio 2013

Octubre 2012

Junio 2013


Pero lo que más me apetecía era ver por mí mismo el estado de las propias Tablas de Daimiel. Estaba al tanto de que el agua cubre el 100% de la superficie del parque, así que esperando lo que iba a encontrarme, preparé la visita y me dispuse a sacar fotografías en los mismos lugares en que las había sacado en octubre de 2012, para comparar. Y estos son los resultados.

Octubre 2012

Misma zona, junio 2013

Octubre 2012

Junio 2013

Octubre 2012

Junio 2013


Por último, como colofón a esta primera entrada sobre mi visita a las Tablas, os dejo con la comparación entre la situación en que se encontraba el humedal en 2008 y la actual en una de las zonas donde suele haber más agua. En aquel año, en una visita que hice al parque, las Tablas eran un lugar completamente seco , y la única zona inundada era la pequeña superficie de la "Laguna permanente", cuya lámina de agua era mantenida artificialmente por medio de bombeo de agua (que lógicamente, era inmediatamente absorvida por el terreno). Las imágenes hablan por sí sólas, y no podemos más que congratularnos por el radical cambio en este emblemático lugar. La pregunta es, ¿qué pasará cuando vuelvan  los años de sequía prolongada? ¿Aguantarán mejor las Tablas esa situación o volverán a peligrar seriamente? ¿Las medidas tomadas en los últimos años ayudarán a que el agua acumulada no se agote al ritmo de antaño? Veremos...

Noviembre 2008

Junio 2013

Noviembre 2008

Junio 2013




Imágenes y texto bajo licencia Creative Commons
Enrique Sampedro Miranda
Ría de Ribadeo: www.riaderibadeo.com



domingo, 9 de junio de 2013

Ángel de Olavide escribe a Ribadeo

Olavide es un preciosa plaza del madrileño barrio de Chamberí. En este céntrico y coqueto lugar viví durante unos años tras mi llegada a Madrid, y siempre los recuerdo con mucho cariño. Como veis, hoy no voy a hablar de ninguna de mis salidas ornitológicas o de naturaleza. Os hablo de Olavide para presentaros a un amigo. Se llama Ángel Alda, y tiene un blog sobre la Plaza de Olavide (http://laplazadeolavide.blogspot.com.es/). Y si yo le tengo cariño a su plaza, él le tiene cariño a mi pueblo, Ribadeo. Con estos precedentes, decidimos hacer una especie de intercambio bloguero. Yo escribiría un artículo para su blog, y él uno para el mío. Yo cumplí con mi parte del trato hace unos días, y ahora es él quien me manda su texto para que yo publique aquí. Cosa que hago con mucho gusto, ya que es un una pequeñita delicia literaria, que además habla sobre mi querido Ribadeo. Así que sin más preámbulos, aquí tenéis su relato. Que lo disfrutéis.

En quien un mapa se dibuja atento,
Pues el cuerpo es la tierra,
El fuego, el alma que en el pecho encierra,
La espuma el mar, y el aire es el suspiro,
En cuya confusión un caos admiro;
Pues en el alma, espuma, cuerpo, aliento,
Monstruo es de fuego, tierra, mar y viento.
La vida es sueño. Calderón de la Barca

TIERRA



Uno quiere adivinar el paisaje de Galicia al entrar ya en tierras del Bierzo. Pero es al girar desde la carretera para tomar la comarcal que te lleva de Baralla a Meira pasando por Baleira cuando realmente entras en la Galicia cantábrica. En las tierras verdes cubiertas de niebla al amanecer. Luego decidirás por donde llegas al mar. Si por el territorio marcado por el río Eo o por la Cruz da Cancela. En la primera opción viajas entre bosques, atraviesas puentes y en cada esquina adivinas valles encajados entre la línea del cielo y de la tierra. Por la ruta más al occidente atraviesas el nacimiento del Miño y recorres valles anchos llenos de praderías y de caseríos con nombres definitivamente poéticos: Bretona, Pastoriza… Aquí y allá camiones de la leche, tractores, gentes de aldea trabajando el campo o guiando al ganado. Vacas en la carretera, pájaros de vuelo alto, urracas. La elección al gusto del conductor. Por la frontera de Asturias ganas kilómetros, algo de tiempo. Por la ruta que desembocará en los valles de la faba, en Lourenzá, parece como si el espacio te diese más respiro.
Al final estás en Ribadeo. Si has llegado por la rasa, Ribadeo te ofrece el perfil de las zonas comerciales y de los edificios modernos, desde tu coche dominas las alturas de la ciudad. Si lo has hecho por
la ría, la vieja villa se te presenta con las galas del puerto y del parador de turismo, entonces tu visión te obligará a mirar hacia arriba. Tú mismo eliges.
Tierra, piedras y madera de los hórreos, cabazos y paneras. De las casas de labranza y las pequeñas ermitas. De los palacios nobles, los viejos conventos e iglesias. Madera de los árboles centenarios. De esos tejos que siempre te sorprenden de Los Oscos. De los magnolios de San Roque. Del olor en verano de esos árboles que hueles al bajar al puerto por encima de Figuerúa. Nunca nadie ha sabido decirte su nombre. De las hortensias azules, rosas y blancas de casa de Antonio y Eloina. Del olor del heno.
Y las piedras, las rocas húmedas del mar…

AGUA



Al final del viaje el mar se esconde tras la horizontal de la rasa cantábrica. Sólo bajando por los cauces de los regatos o por las hendiduras geológicas que el tiempo ha labrado podrán tus pies mojarse en las aguas de las playas. Agua azul, blanca, grisácea. Agua ruidosa o quieta. Agua fría que forja el carácter. Agua que sirve de lecho a barcos pesqueros y a yates de recreo. El mar que dio vida y sentido a tantos siglos de la villa. Armadores, calafates, carpinteros de ribera. Marinos y pilotos. Navegantes. Pescadores. Ribadeo es el mar. Es el puerto. Son las playas y la línea de costa. El castillo de San Damián. El ruido de las velas movidas por el viento. La zalea de los barcos navegando hacia el interior de la ría. El agua que mueve el molino de las mareas. Las cetáreas de Rinlo.

AIRE



En cada esquina un amigo, a veces algo traicionero: el viento. El nordés de los veranos que acompaña a los limpios cielos. El viento del oeste, el gallego, que trae las lluvias. El del sur, el que entra por la ría como un cuchillo en la mantequilla, cálido, sutil, a veces silbante. Los vientos que te doblan el paraguas. Encontrarás refugio en las tabernas, en las dobleces de la calle siguiente. No te apures. En Ribadeo cuando no te sopla por un lado te soplará por el otro.
Tranquilo. Los pájaros te darán pistas. Y las hojas de los árboles. Aires que traerán todas las fragancias de la naturaleza. A veces salinos, en ocasiones secos y aliviados. Perfumados. Identificarás las tormentas que llegan cuando por tus pituitarias suban ciertos aromas a algas viejas y maderas podres, que dicen los asturianos. Pero encontrarás otros aires que disfrutar. El sonido de las voces del mercado de los miércoles. Ese gallego cantarín cargado de chas. La sutil fragancia de los vinos y los platos de cocina. Al pasar por delante de la Candelaria o por detrás de la panadería de Torviso el olor del horno de madera. Recibí una vez a un amigo ciego que me fue relatando sus experiencias olfativas. Para los que venimos de la gran ciudad, de los humos y de los ruidos, Ribadeo es nuestra salvación. Es una clínica a cielo abierto de los sentidos.

FUEGO



No era raro hace años que tu entrada en Galicia fuese acompañada por las sirenas de los bomberos y la fumata negra de los árboles que no encuentran papa que nombrar en el cónclave del calor y del verano. Hoy parece que esa furia del fuego ha declinado. Pero la naturaleza siempre se reconoce en la destrucción que sanea y purifica. Los ritos del carnaval muy vivos en Ribadeo y de la noche de San Juan. El fuego de la fiesta y el de la queimada, ese invento turístico del conjuro de una bruja analfabeta. El fuego del hogar y de los espetos de los carneros que a veces montan en el Cantón y que tanta pena da a los más pequeños. El fuego de las parrillas y de las grandes cacerolas de cobre donde se cuece el pulpo. El fuego: la destrucción o el deseo, la fiesta de los pobres.



Imágenes y texto bajo licencia Creative Commons
Enrique Sampedro Miranda

jueves, 6 de junio de 2013

Búho real

Esta tarde, mientras me daba un paseo por un lugar del sur de Madrid en busca de abejarucos para sacarles alguna foto, me encontré con una agradable sorpresa. En un cortado descubrí a este hermoso ejemplar de búho real (Bubo bubo) que no me quitaba ojo.

Búho real

El nombre del lugar me lo reservo, aunque como podéis ver en esta foto, es un precioso paraje en donde se combina el bosque mediterráneo con un bien conservado bosque de ribera. Además, tiene la peculiaridad de que el arrollo que lo atraviesa, ha formado un cañón, por lo que es un estupendo enclave para observar especies rupícolas.


Por todo ellos es sencillo ver aquí abejarucos (Merops apiaster), que es lo que iba buscando, y que vi en abundancia. Aunque claro, con la observación del búho real, éstos pasaron a un segundo plano en mi lista de objetivos del día, por lo que sólo me vine a casa con esta foto, y encima algo desenfocada.

Abejaruco

Como digo, el sitio es muy interesante y no sólo por sus aves. Se pueden observar con relativa facilidad mamíferos (zorro, conejo...) o reptiles como este lagarto ocelado, o una culebra de collar con la que también me topé. Espero poder escribir algo más próximamente sobre este lugar.

Lagarto ocelado





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Enrique Sampedro Miranda