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domingo, 9 de junio de 2013

Ángel de Olavide escribe a Ribadeo

Olavide es un preciosa plaza del madrileño barrio de Chamberí. En este céntrico y coqueto lugar viví durante unos años tras mi llegada a Madrid, y siempre los recuerdo con mucho cariño. Como veis, hoy no voy a hablar de ninguna de mis salidas ornitológicas o de naturaleza. Os hablo de Olavide para presentaros a un amigo. Se llama Ángel Alda, y tiene un blog sobre la Plaza de Olavide (http://laplazadeolavide.blogspot.com.es/). Y si yo le tengo cariño a su plaza, él le tiene cariño a mi pueblo, Ribadeo. Con estos precedentes, decidimos hacer una especie de intercambio bloguero. Yo escribiría un artículo para su blog, y él uno para el mío. Yo cumplí con mi parte del trato hace unos días, y ahora es él quien me manda su texto para que yo publique aquí. Cosa que hago con mucho gusto, ya que es un una pequeñita delicia literaria, que además habla sobre mi querido Ribadeo. Así que sin más preámbulos, aquí tenéis su relato. Que lo disfrutéis.

En quien un mapa se dibuja atento,
Pues el cuerpo es la tierra,
El fuego, el alma que en el pecho encierra,
La espuma el mar, y el aire es el suspiro,
En cuya confusión un caos admiro;
Pues en el alma, espuma, cuerpo, aliento,
Monstruo es de fuego, tierra, mar y viento.
La vida es sueño. Calderón de la Barca

TIERRA



Uno quiere adivinar el paisaje de Galicia al entrar ya en tierras del Bierzo. Pero es al girar desde la carretera para tomar la comarcal que te lleva de Baralla a Meira pasando por Baleira cuando realmente entras en la Galicia cantábrica. En las tierras verdes cubiertas de niebla al amanecer. Luego decidirás por donde llegas al mar. Si por el territorio marcado por el río Eo o por la Cruz da Cancela. En la primera opción viajas entre bosques, atraviesas puentes y en cada esquina adivinas valles encajados entre la línea del cielo y de la tierra. Por la ruta más al occidente atraviesas el nacimiento del Miño y recorres valles anchos llenos de praderías y de caseríos con nombres definitivamente poéticos: Bretona, Pastoriza… Aquí y allá camiones de la leche, tractores, gentes de aldea trabajando el campo o guiando al ganado. Vacas en la carretera, pájaros de vuelo alto, urracas. La elección al gusto del conductor. Por la frontera de Asturias ganas kilómetros, algo de tiempo. Por la ruta que desembocará en los valles de la faba, en Lourenzá, parece como si el espacio te diese más respiro.
Al final estás en Ribadeo. Si has llegado por la rasa, Ribadeo te ofrece el perfil de las zonas comerciales y de los edificios modernos, desde tu coche dominas las alturas de la ciudad. Si lo has hecho por
la ría, la vieja villa se te presenta con las galas del puerto y del parador de turismo, entonces tu visión te obligará a mirar hacia arriba. Tú mismo eliges.
Tierra, piedras y madera de los hórreos, cabazos y paneras. De las casas de labranza y las pequeñas ermitas. De los palacios nobles, los viejos conventos e iglesias. Madera de los árboles centenarios. De esos tejos que siempre te sorprenden de Los Oscos. De los magnolios de San Roque. Del olor en verano de esos árboles que hueles al bajar al puerto por encima de Figuerúa. Nunca nadie ha sabido decirte su nombre. De las hortensias azules, rosas y blancas de casa de Antonio y Eloina. Del olor del heno.
Y las piedras, las rocas húmedas del mar…

AGUA



Al final del viaje el mar se esconde tras la horizontal de la rasa cantábrica. Sólo bajando por los cauces de los regatos o por las hendiduras geológicas que el tiempo ha labrado podrán tus pies mojarse en las aguas de las playas. Agua azul, blanca, grisácea. Agua ruidosa o quieta. Agua fría que forja el carácter. Agua que sirve de lecho a barcos pesqueros y a yates de recreo. El mar que dio vida y sentido a tantos siglos de la villa. Armadores, calafates, carpinteros de ribera. Marinos y pilotos. Navegantes. Pescadores. Ribadeo es el mar. Es el puerto. Son las playas y la línea de costa. El castillo de San Damián. El ruido de las velas movidas por el viento. La zalea de los barcos navegando hacia el interior de la ría. El agua que mueve el molino de las mareas. Las cetáreas de Rinlo.

AIRE



En cada esquina un amigo, a veces algo traicionero: el viento. El nordés de los veranos que acompaña a los limpios cielos. El viento del oeste, el gallego, que trae las lluvias. El del sur, el que entra por la ría como un cuchillo en la mantequilla, cálido, sutil, a veces silbante. Los vientos que te doblan el paraguas. Encontrarás refugio en las tabernas, en las dobleces de la calle siguiente. No te apures. En Ribadeo cuando no te sopla por un lado te soplará por el otro.
Tranquilo. Los pájaros te darán pistas. Y las hojas de los árboles. Aires que traerán todas las fragancias de la naturaleza. A veces salinos, en ocasiones secos y aliviados. Perfumados. Identificarás las tormentas que llegan cuando por tus pituitarias suban ciertos aromas a algas viejas y maderas podres, que dicen los asturianos. Pero encontrarás otros aires que disfrutar. El sonido de las voces del mercado de los miércoles. Ese gallego cantarín cargado de chas. La sutil fragancia de los vinos y los platos de cocina. Al pasar por delante de la Candelaria o por detrás de la panadería de Torviso el olor del horno de madera. Recibí una vez a un amigo ciego que me fue relatando sus experiencias olfativas. Para los que venimos de la gran ciudad, de los humos y de los ruidos, Ribadeo es nuestra salvación. Es una clínica a cielo abierto de los sentidos.

FUEGO



No era raro hace años que tu entrada en Galicia fuese acompañada por las sirenas de los bomberos y la fumata negra de los árboles que no encuentran papa que nombrar en el cónclave del calor y del verano. Hoy parece que esa furia del fuego ha declinado. Pero la naturaleza siempre se reconoce en la destrucción que sanea y purifica. Los ritos del carnaval muy vivos en Ribadeo y de la noche de San Juan. El fuego de la fiesta y el de la queimada, ese invento turístico del conjuro de una bruja analfabeta. El fuego del hogar y de los espetos de los carneros que a veces montan en el Cantón y que tanta pena da a los más pequeños. El fuego de las parrillas y de las grandes cacerolas de cobre donde se cuece el pulpo. El fuego: la destrucción o el deseo, la fiesta de los pobres.



Imágenes y texto bajo licencia Creative Commons
Enrique Sampedro Miranda

4 comentarios:

  1. Xa dicía eu que de esa unión sairía algo bó ...

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    1. Je, je. Gracias Antonio. Xa sabes que ti fuches o nexo de unión : )

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  2. Hace tiempo que conozco el Blog de Angel de Olavide, Blog muy interesante que acostumbra a colgar alguna entrada de nuestra tierra.
    Saludos cordiales para los dos.
    Muy bonita la fotografía del pesquero con Castropol al fondo.

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    1. Muchas gracias. Se agradece el comentario viniendo de otro de los blogueros de referencia sobre Ribadeo y la comarca asturgalaica.

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