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sábado, 15 de octubre de 2011

Por los montes de Toledo

El pasado sábado 8 de octubre fui con mis compañeros de la Asociación Elefante Rocoso a hacer una ruta de senderismo por los montes de Toledo, en concreto por la Sierra de San Vicente, al norte de la provincia. Fue un estupendo día de campo, como siempre que salgo con la Asociación, y son ya unos cuantos años. El tiempo acompañó y pudimos disfrutar de un hermoso paseo por este retazo de bosque mediterráneo tan bien conservado.

Bosque mediterráneo en la Sierra de San Vicente (Toledo)
La ruta, de 25 km. de longitud, la iniciamos en el pequeño pueblo de Nuño Gómez. Como es habitual, antes de empezar a caminar desayunamos en el bar del pueblo, para ir entrando en calor. Éramos 22 personas, muchas de ellas miembros de la Asociación, y otras nuevas. Hacía tiempo que no salíamos tanta gente en una ruta. Para algunas cosas no es bueno ser tantos, como en las salidas en las que vamos a observar fauna, por lo que solemos limitar el número de plazas. Pero este no era el objetivo principal en esta ocasión, por lo que nos alegramos de que viniese tanta gente y de que vaya entrando sabia nueva en el grupo.
Como decía, partiendo de Nuño Gómez, nos adentramos rápidamente en el bosque mediterráneo. Rodeados de encinas, enebros, olivos, alcornoques... algunos echábamos la imaginación a volar pensando en que años atrás el lince haría de este su territorio de caza. Por desgracia, los tiempos en que el lince llegaba a estas latitudes han quedado atrás. Pero sí que pudimos ver otro animal típico de este entorno, aunque mucho más confiado que el lince, por ser un animal doméstico: el cerdo ibérico.

Cerdo ibérico
Y aunque aún no tenían etiqueta en las patas, podemos asegurar que cuando se conviertan en jamón podrán llevar el título de "auténtico de bellota", porque este fruto estaba disperso por todas partes. Seguro que además de los cerdos, un gran número de animales salvajes darán buena cuenta de ellas.
El camino fue transcurriendo lentamente por estos paisajes a medida que íbamos ganando un poco de altitud al encaminarnos hacia El Real de San Vicente.

Alcornoque sin la corteza, que le fue ya extraída.


Tras aproximadamente 10 km. de caminata, salimos a un tramo de carretera para llegar al Real. En este pequeño puerto se apreciaba ya el cambio de vegetación, debido a la altitud, y a que estábamos ahora en la cara norte de la sierra. La Sierra de San Vicente, como nos contó nuestro compañero Damián, coordinador de la ruta, es una sierra de transición entre el bosque mediterráneo y el bosque atlántico presente en la Sierra de Gredos, de la que es antesala. Y efectivamente, ahora las encinas y alcornoques daban paso a castaños y robles, mientras en el cielo un águila real planeaba sobre nuestras cabezas.

Castaños
Servidor y el amigo Míguel
Además, otro de los encantos de esta cara de los montes era el poder contemplar una estupenda panorámica de la Sierra de Gredos, de la que nos separaba el Valle de Iruelas, perteneciente ya a la provincia de Ávila.

Al fondo, Valle de Iruelas y Sierra de Gredos
En El Real de San Vicente, que está más o menos a mitad de la ruta, hicimos una pequeña parada para retomar fuerzas y descansar un poco. Con el tiempo que hacía, tomarse unas cañas en una terraza era todo un lujo.


Después de este avituallamiento, seguimos caminando otro rato hasta que encontramos un buen sitio para comer. No pudimos parar mucho, porque el tiempo se nos estaba echando encima y aún nos quedaban bastantes kilómetros para volver al punto de inicio.


Aunque la vuelta no era por el mismo camino, ya que la ruta es circular. Tras rodear el Cerro del Oso, nos encaminamos hacia el pueblo de Garciotum, volviendo de nuevo a la cara sur de la sierra, como se apreciaba de nuevo en la vegetación.



Poco a poco iba atardeciendo, y llegamos a Garciotum casi con la puesta del sol.



La última parte de la ruta, unos 3 km., desde Garciotum hasta Nuño Gómez la hicimos de noche, lo que siempre tiene un encanto especial. No todos tenían frontales ni ganas de caminar más, así que sólo unos pocos hicimos este tramo para ir a buscar los coches y recoger a todos los que se quedaron en Garciotum. La noche era clara y la luna llena, por lo que aunque no tuviésemos luz artificial igualmente podríamos haber llegado tranquilamente a nuestro destino.


Como siempre que hacemos estas rutas, gracias a todos los que formáis parte de esta gran familia que es el Elefante Rocoso, y a todas las personas que en algún momento comparten un día de campo con nosotros. Y en especial gracias en esta ocasión a Damián, nuestro "maestro" en esta ruta.

Imágenes y texto propiedad de:
Enrique Sampedro Miranda
Ría de Ribadeo: http://ria-de-ribadeo.blogspot.com

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